Surge un nuevo tipo de bosque, un bosque joven, de tan solo mil años, un bosque abierto, donde los árboles no llegan a tocarse con sus ramas los unos con los otros, un bosque en equilibrio entre el hombre y la naturaleza, un bosque de gran valor natural, característico del cuadrante suroccidental de la Península Ibérica, un bosque moldeado por el hombre, pero cómo.
Para explicar el origen de este nuevo bosque, debo situar al amigo de este blog en un espacio como lo que hoy es Monfragüe, un bosque cerrado, denso, donde el matorral cubre el suelo con un manto espeso y verde, donde los copudos árboles tapan los rayos del luminoso astro. Solo un curso de agua, como una delgada y azulada cinta, serpentea por esos espacios inaccesibles.
Hace dos mil años, toda la Península Ibérica era un inmenso bosque forestal, un bosque mediterráneo. La Mérdia romana era la novena ciudad del Imperio y sus necesidades aumentaba en la misma medida que lo hacia su población. Se comienza a quemar el bosque para producir el pasto necesario para el ganado, sustento de una población creciente. Comienza a conformarse el paisaje que vemos hoy.
Surge el delicado equilibrio de la dehesa; las distintas especies de ganado, con su pisoteo, sus gustos alimentarios y su acción fertilizante van conformando el pasto, verdadera esencia de la dehesa; así el ganado caprino es mas dado al ramoneo que el ganado ovino, más exquisito con el tipo de forraje. El ganado porcino, tan ligado a este bosque, se alimenta de raíces y del fruto de las encinas en temporada de montanera. El ganado bobino con su fuerte pisoteo y su alimentación contribuyen a que el bosque primigenio no invada, de nuevo, el terreno.
A su vez, el hombre va seleccionando los árboles; durante dos mil años se cubren las necesidades madera para carpintería y ebanistería, se talan árboles para la construcción de casas, templos, castillos... las vigas necesarias para la techumbre de las iglesias salen de estos bosques, para los retablos, para la imaginería. Las maderas de las cuadernas de los galeones del imperio español o simplemente la leña para calentar los hogares y el carbón hacen que el bosque primigenio, cerrado en origen, se transforme en un bosque abierto, resultado de la continua actuación humana.
El clima mediterráneo, fríos inviernos seguidos de veranos secos, el laboreo y la quema controlada, durante los últimos dos mil años, dan como resultado un bosque sostenible, de calidad, muy complejo y unos de los pocos ejemplos de transformación inteligente del hombre sobre la naturaleza, donde el ganado doméstico cohabita con especies de alto valor faunístico tales como linces, águilas imperiales, cigüeñas negras, ciervos, buitres, alimoches, jinetas...
Una dehesa en equilibrio gravita sobre dos ejes, el pasto y los árboles. En una dehesa desequilibrada, el matorral y la vegetación arbustiva irán ganado terreno al pasto, invadiendo el terreno progresivamente y restaurando el bosque originario, cerrado y denso que en su día fue.
En la actualidad, un ritmo de vida mas urbano y menos ligado al campo, produce un desequilibrio en la dehesa. El ganado pecuario va cediendo terreno y los árboles secos. en otrora tiempos empleados para leña o carbón. ya no son retirados por el hombre, pudriéndose en la dehesa y siendo factores de entrada para plagas y enfermedades.
Todas las fotografías son del autor del blog quedando prohibida su reproducción sin su expreso consentimiento
En la actualidad, un ritmo de vida mas urbano y menos ligado al campo, produce un desequilibrio en la dehesa. El ganado pecuario va cediendo terreno y los árboles secos. en otrora tiempos empleados para leña o carbón. ya no son retirados por el hombre, pudriéndose en la dehesa y siendo factores de entrada para plagas y enfermedades.
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