martes, 30 de mayo de 2017

Relatos de la nutria de río


Bien quisiera yo que a los amigos del blog le resultase útil, o si acaso provechoso, estas historietas que voy componiendo cada martes. Como creo que estos relatos sobre la fauna de Extremadura serán también en beneficio de quien tenga la paciencia de leerlos, (mal no le hará), en las monografías que titulo "Relatos de" trataré de hacer un seguimiento más científico, un estudio pormenorizado de un espécimen individualizado en un espacio de tiempo concreto, con el objetivo de que el lector pueda disponer de una observación de campo directa sobre el animal objeto de estudio, durante un periodo de tiempo y su evolución.

                                          Ejemplar macho fotografiado el día 22/04/17

Cronología: 

La primera observación de una familia de nutrías, en un tramo del río determinado, fue el día 8 de enero de 2017, al cual corresponde el siguiente vídeo:



Con el ruego de que sepan disculpar la calidad del vídeo, resulta sumamente interesante ya que sirve para confirmar la presencia de una nutría, o de un grupo familiar en la zona. La observación fue a las 09:25 horas.

El día 5 de marzo del año 2017, puedo observar un grupo familiar de nutrias en el mismo recodo del río. Importa destacar que se observa un mínimo de dos ejemplares distintos, por lo que la población de estos fisípedos parece próspera. La presencia de los mustélidos es indicadora de la buena calidad del ecosistema ripario, así se observa en la zona Martines pescadores, galápagos europeos y otras especies de interés faunístico.



Hora de la observación: 10:21 horas
En esta ocasión, las nutrias de río parecen más relajadas, lo que facilita la toma de fotografías y vídeos. Asimismo, creo adivinar el lugar donde se encuentra situada la madriguera.



En imagen un macho, posiblemente sea el mismo ejemplar dominante que observo el día 22 de abril de 2017, como se puede apreciar en los siguientes vídeos.

                                         Vídeo de 5/03/2017

                                            
                                           Vídeo de 22/04/2017

El sábado, 22 de abril del año 2017, emprendo la búsqueda de la familia de mustélidos que en el pasado invierno había localizado en el dédalo que forma el río. No resulta fácil, aún conociendo el territorio de caza y de cría de estas hermosas criaturas, localizar a uno de los mas sensibles moradores de esta región.




Atravieso un recodo donde la abundante vegetación ribereña me cierra el paso. Entonces sorprendo al magnifico animal cerca de la orilla, relajado, con su elegante figura bailando con el agua, ¡qué fantástica capacidad para la pesca!. (Fotografías 3 y 4).




En imagen, un ejemplar adulto, un macho, el dominante en este tramo del río, cazando. Presenta un aspecto saludable, la cola musculada, el pelaje brillante, los ojos vivos, bien alimentado, de unos 10 kilos de peso, se mueve ágilmente en las verdosas aguas. Un espécimen como el mostrado en las fotografías no tiene mayor enemigo que el hombre.

                                    

En el vídeo se puede observar al mustélido alimentándose, lo que confirma la adaptación del animal a su medio.

Una nota de preocupación sobre el futuro de esta familia de nutrías de río que empiezo a conocer: El río que constituye su hogar se nutre de las aguas de varios arroyos, este abril, las precipitaciones medias fue de tan solo 26 mm, muy por debajo del valor normal, unido a las altas temperaturas (En Badajoz, el valor máximo fue de 26.2º) hacen que los arroyos disminuyan el aporte de agua al río hogar de las nutrias, así como una merma en la calidad del agua y de los alimentos necesarios para el sustento de los mustélidos.








Todas las fotografías y vídeos son del autor del blog quedando prohibida su reproducción sin su expreso consentimiento

martes, 23 de mayo de 2017

El Jardín de las Hespérides. Segunda parte.


Surge un nuevo tipo de bosque, un bosque joven, de tan solo mil años, un bosque abierto, donde los árboles no llegan a tocarse con sus ramas los unos con los otros, un bosque en equilibrio entre el hombre y la naturaleza, un bosque de gran valor natural, característico del cuadrante suroccidental de la Península Ibérica, un bosque moldeado por el hombre, pero cómo.


Para explicar el origen de este nuevo bosque, debo situar al amigo de este blog en un espacio como lo que hoy es Monfragüe, un bosque cerrado, denso, donde el matorral cubre el suelo con un manto espeso y verde, donde los copudos árboles tapan los rayos del luminoso astro. Solo un curso de agua, como una delgada y azulada cinta, serpentea por esos espacios inaccesibles. 


Hace dos mil años, toda la Península Ibérica era un inmenso bosque forestal, un bosque mediterráneo. La Mérdia romana era la novena ciudad del Imperio y sus necesidades aumentaba en la misma medida que lo hacia su población. Se comienza a quemar el bosque para producir el pasto necesario para el ganado, sustento de una población creciente. Comienza a conformarse el paisaje que vemos hoy.


Surge el delicado equilibrio de la dehesa; las distintas especies de ganado, con su pisoteo, sus gustos alimentarios y su acción fertilizante van conformando el pasto, verdadera esencia de la dehesa; así el ganado caprino es mas dado al ramoneo que el ganado ovino, más exquisito con el tipo de forraje. El ganado porcino, tan ligado a este bosque, se alimenta de raíces y del fruto de las encinas en temporada de montanera. El ganado bobino con su fuerte pisoteo y su alimentación contribuyen a que el bosque primigenio no invada, de nuevo, el terreno.



A su vez, el hombre va seleccionando los árboles; durante dos mil años se cubren las necesidades madera para carpintería y ebanistería, se talan árboles para la construcción de casas, templos, castillos... las vigas necesarias para la techumbre de las iglesias salen de estos bosques, para los retablos, para la imaginería. Las maderas de las cuadernas de los galeones del imperio español o simplemente la leña para calentar los hogares y el carbón hacen que el bosque primigenio, cerrado en origen, se transforme en un bosque abierto, resultado de la continua actuación humana.


 
El clima mediterráneo, fríos inviernos seguidos de veranos secos, el laboreo y la quema controlada, durante los últimos dos mil años, dan como resultado un bosque sostenible, de calidad, muy complejo y unos de los pocos ejemplos de transformación inteligente del hombre sobre la naturaleza, donde el ganado doméstico cohabita con especies de alto valor faunístico tales como linces, águilas imperiales, cigüeñas negras, ciervos, buitres, alimoches, jinetas...


Una dehesa en equilibrio gravita sobre dos ejes, el pasto y los árboles. En una dehesa desequilibrada, el matorral y la vegetación arbustiva irán ganado terreno al pasto, invadiendo el terreno progresivamente y restaurando el bosque originario, cerrado y denso que en su día fue.


En la actualidad, un ritmo de vida mas urbano y menos ligado al campo, produce un desequilibrio en la dehesa. El ganado pecuario va cediendo terreno y los árboles secos. en otrora tiempos empleados para leña o carbón. ya no son retirados por el hombre, pudriéndose en la dehesa y siendo factores de entrada para plagas y enfermedades.

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martes, 16 de mayo de 2017

El Jardín de las Hespérides. Primera parte.







Hace mucho tiempo, los griegos hablaban sobre un hermoso y agradable jardín situado en el occidente de Europa. Un jardín apacible, donde el murmurar de las aguas, la fresca hierba y los amenos cielos colmaban a su dueña, la diosa Heras, de maravilla y contento.




Era tal la riqueza del agradable y sereno jardín, que se decía que habían fabulosos árboles que daban frutos de oro. Cierto día, la Diosa, celosa de las bondades de su jardín, encargó a las tres ninfas de occidente que cuidaran de su preciado lugar. Estas ninfas eran hijas del Titán Atlas y se las conocían como las Hespérides y al jardín como El Jardín de las Hespérides.



Tiempo después, otro pueblo de ultra mar, los Romanos, llegaron a ese rincón de occidente. Ellos lo llamaron Hispania. Pienso que la palabra Hispania no es sino la romanización de la palabra griega Hespérides y con ella, los romanos, querían designar lo mismo que los griegos: un hermoso y agradable jardín, un lugar de naturaleza desbordante, un infinito hule verde que se extendía por toda la Península Ibérica.



                                      



Qué pensarían los griegos, los fenicios, los tartésicos, los íberos o los romanos de los naranjos y limoneros silvestres que crecían en la Península Ibérica. Qué precio, equivalente al oro, alcanzarían en sus mercados los frutos ambarinos de esos árboles. No podemos culpar a estos pueblos de pensar que ese Jardín era un lugar donde los árboles daban frutos de oro (ya sea por el valor que alcanzaban los frutos, ya sea por el color, parecido al oro, de las naranjas y los limones). La Península Ibérica, como hoy conocemos ese rincón de occidente de Europa, fue, en otro tiempo, el jardín de las Hespérides.


No cabe duda de que la Hispania romana era un paraíso forestal. Un lugar donde una ardilla podía cruzar desde Gibraltar hasta los Pirineos, de árbol en árbol, sin pisar la tierra, como afirmaba el geógrafo romano Estrabon.



Muchos lugares de Extremadura, llevan en su nombre un pasado que nos hablan de ese paraíso forestal, de esa inmensa nata verde que cubría la tierra, del mitológico Jardín de las Hespérides. Ejemplos hay muchos, así, la palabra Alburquerque (Badajoz) procede de la raíz árabe de Abu-Al-Qurq que significa País de Alcornoques, o el mismo Monfragüe, que proviene de la raíz latina Mons Fragorum que significa Monte Fragoso o monte denso.



Los romanos comenzaron a construir ciudades (Emérita Agusta, Cáparra, Turgalium, Regina...) vías de comunicación (calzadas) que facilitaban un desplazamiento rápido del comercio y de los soldados con el resto del Imperio (Vía de la Plata). Embalsaron los ríos (Embalse de Proserpina y Cornalvo), salvaron distancias con puentes (Mérida, Alcántara...) y acueductos (Acueducto de los Milagros).





Siglos de continua actuación humana fue transformando el primigenio Jardín; talas de árboles para carpintería y ebanistería, madera para construir los hogares, el mobiliario, los utensilios, las carretas, el carbón para calentar las estancias en los fríos inviernos. El pastoreo necesario para alimentar a las personas, los incendios, las plagas, el laboreo cíclico o los periodos de sequías fueron reduciendo la extensión del paraíso forestal a manchas de bosque cerrado, cada vez más escasas y en lugares más inaccesibles.



Para no cansar al leyente, hablaré de la transformación del primitivo Jardín de las Hespérides y la formación de las dehesas, auténtico bosque extremeño que tenemos hoy, en el próximo capítulo del martes que viene, Dios mediante.

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martes, 9 de mayo de 2017

Los quelonios: el galápago europeo y el galápago leproso (Segundo parte)



Notas de campo: Dice una vieja coplilla que estaban dos galápagos sobre una plana piedra soleándose, cuando una le dice a la otra: "por ahí viene un hombre, descalcito y sin sombrero". La otra contesta: "pues vayámonos para el charco que esos son galapagueros".


Hago referencia a esta vieja coplilla porque menciona un oficio, -el de galapaguero- en desuso y desconocido seguramente para los amigos de este blog. Éstos galapagueros se dedicaban a bajar a los arroyos y a las charcas, por las noches, iluminándose con candiles, para capturar estos quelonios y vender su carne.





Cuántos de los que leen estas líneas, siempre dedicadas a la fauna, se sorprenderán de la existencia de estos galapagueros, cuántos se extrañarán al oírme afirmar que se vendía la carne de galápago para su consumo.  No se extrañen, en la España empobrecida de finales del XIX y principios del XX también había raneros, ¡y hasta rateros!. Si no me creen, lean ustedes a Miguel Delibes y su libro "Las ratas".



No quisiera que se me quede en el tintero de mi mollera una última cosa. Decía, en la primera parte dedicada a éstos reptiles semi-acuáticos, que si ustedes pensaban que los quelonios eran animales de escaso valor faunístico, mucho menos importante que un águila imperial o un lince, verbigracia, se equivocaban.

Fue gracias a los quelonios, -o más exactamente, a las variaciones en la forma de sus caparazones entre los especímenes de distintas islas-, las que permitieron a un naturalista inglés, Charles Darwin, sacudir cual terremoto las Ciencias Naturales con su libro "El origen de las especies". Por cierto, el nombre de éstas islas; Las Galápagos.

Vídeos:





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