martes, 25 de julio de 2017

La perdiz roja.



Orden galliforme, familia phasianidae.

Su nombre científico Alectoris rufa hace referencia a su aspecto; alectoris de ales/itis (adjetivo alado, con alas), rufa de rufus/a/um, pelirrojo. Ave pelirroja o patirroja como de ordinario hoy se la conoce.

Morfología: Resulta casi ocioso describir a ésta gallinácea, imagino que bien conocida por los seguidores de este espacio, -más si son amigos de la caza-, que tienen en la cabeza el aspecto de una perdiz roja (Alectoris rufa). Pero siendo fiel a nuestra costumbre de describir a los protagonistas de cada martes debo, digo, apuntar algunas notas anatómicas de "la patirroja".



Gallinácea de la familia de las falsánidas, del tamaño de una tórtola, verbigracia, presenta un plumaje denso, apretado y muy hermoso. La cara blanca, con un antifaz negro que va desde el pico hasta la garganta. El pico, los parpados y  los tarsos son de un rojo fuego, de un rojo vivo. Gris azulado en el pecho, se descompone en tonos naranjas hacia los muslos del ave. Los flancos barradaos, el dorso pardo, terroso, que dificulta a sus predadores la silueta de la patirroja vista desde el aire. Vuelo bajo, directo, pesado, con un enérgico batir de alas y para luego planeo. Ésta es "la reina de la caza menor".




Notas de campo: Es una fría mañana del mes de enero en el campo extremeño. Cuando las escarchas cubren las hierbas como un manto blanco, cuando los carámbanos encubren el agua de los riachuelos como una nata helada. Entonces se pueden ver las parejas de perdices rojas (Alectoris rufa) por los campos, por las senaras o por los barbechos. Comienza, entonces, su periodo de celo




En imagen una pareja de perdices, nuestras protagonistas, animadas en busca de un lugar propicio para la puesta de los valiosos huevos. Puesta abundante, toda vez que las perdices rojas (Alectoris rufa) soportan una depreciación intensa; los zorros, los jabalíes, los milanos o las águilas calzadas son sus predadores naturales.



Los días de frío pasan lentamente, dejando paso a una incipiente primavera. Nuestros polluelos no se alejarán de sus padres, observando su mundo con atención, observando a la amiga liebre, que también sufre el azote de los cazadores.


Pero no todo es felicidad en el campo: pronto aprenden los polluelos de perdiz roja que hay animales que se alimentan de carne. En el cielo la feroz silueta de un milano real, la misma que se ha precipitado, como un rayo caído del cielo, una y otra vez, sobre los polluelos más desafortunados.


Día a día, el bando de perdices va disminuyendo, mientras buscan su nutrimento en los labrantíos, en los pedregales o en las estepas cerealistas.



La primavera deja paso al verano y nuestras protagonista tiene que evitar a un nuevo y temible cazador. Una rapaz con alas de seda y garras de acero que viene del lejano África cada estío: el águila calzada.




Es octubre y nuestras perdices han hecho frente a sus predadores específicos. Sin embargo una nueva amenaza se cierne sobre ellas como un horizonte incierto, un nuevo enemigo aún más insaciable y temible. El hombre. Se abre la veda y cientos de cazadores salen a los campos en busca de la "reina de la caza menor". El hombre con sus armas de fuego no necesita acercarse mucho, caza a distancia. El hombre es ayudado del portentoso olfato del perro. El hombre no se conforma con abatir una pieza, sino que gustaría de llenar el campo de gallináceas solo para el gusto de poder abatirlas. El hombre, en fin, como cazador temible y definitivo.


El día 6 de enero, día de reyes, se cierra la veda. Los cazadores limpian sus armas y las guardan ansiosos hasta la siguiente temporada. Nuestro bando de perdices rojas (muy mermado, claro es) ha sobrevivido a los zorros, los jabalíes, los milanos, las águilas calzadas, al olfato del perro y a las armas de fuego de los cazadores



Es una fría mañana del mes de enero, cuando las escarchas cubren las hierbas como un manto blanco, cuando los carámbanos encubren el agua de los riachuelos como una nata helada. Entonces se pueden ver a las supervivientes parejas de las perdices rojas por los campos, por las senaras o por los barbechos. Comienza, entonces, su periodo de celo. Comienza un nuevo ciclo.


Otrosí digo: Debido a la gran presión depredadora y cinegética sobre esta especie, es practica común la suelta de individuos criados en granjas para repoblar los campos. Tales especímenes criados en condiciones de cautividad son presa fácil para depredadores naturales así como para cazadores, por los que la tasa de supervivencia de estos individuos reintroducidos es escasa.




Segundo Otrosí sigo: Con esta entrada me despido de ustedes hasta septiembre, quedo agradecido a los amigos de este espacio por su infinita paciencia y les emplazo a seguir recorriendo conmigo las anchas dehesas, el apretado bosque, los inaccesibles roquedos y los apacibles ríos en busca de las asombrosas criaturas que allí habitan. Vuestro afectísimo S.S.B.



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