En las escasas ocasiones en las que el autor de este modesto blog se fatiga en su búsqueda de especies de gran interés faunístico que habitan en el bosque extremeño, (soportando las asfixias del estío o los estremecimientos del invierno), me basta para recobrar el ánimo el pensar en acercar a ustedes -que leen este blog cómodamente desde sus dispositivos móviles o desde cualquier ordenador- las joyas de la naturaleza desbordante que le rodean.
Una de estas joyas es el buitre negro (Aegypius Monachus), gigante de los cielos europeos con casi 3 metros de envergadura alar y que quienes siguen de cerca este blog ya conocen sus costumbres y vivencias.
Notas de campo.
Una de las poblaciones que mejor conozco de buitre negro (Aegypius Monachus), viven en una masa forestal de bosque mediterráneo cerca de una inaccesible crestería, en las estribaciones de Sierra Morena.
Después de una larga travesía por soledades de un verde sedoso me condujeron a un lugar casi mágico, donde los árboles se tocaban unos a otros con sus altas ramas. Había que cruzar un pequeño arroyo, en su cauce de desparramaban inmensas rocas redondas por donde discurría, en esa época del año, un fino hilo de agua.
En estas desoladas regiones no había ningún sendero, ningún camino, ningún indicio de presencia humana. A lo lejos, la visión de las enormes roquerías de la agreste sierra parecía impedir el paso.
Algo me esperaba en medio de la salvaje naturaleza, puedo distinguir una silueta masiva, pesada, sobre una copuda encina. Con el corazón palpitante, saco mis prismáticos y enfoco al magnifico animal, perchado, mirándome fijamente. Era el buitre negro (Aegypius Monachus).
Decido acercarme al necrófago. Camino con nerviosismo. Avanzo 100 metros y el ave no parece inquietarse, sabiéndose señor de esas soledades. Avanzo 150 metros, el ave me mira con parsimonia.
¿Qué ocurre?, ¿por qué no se espanta la formidable criatura?, ¿acaso no me a visto un ave capaz de localizar carroña desde las alturas?. Súbitamente, un aleteo poderoso sobre mi cabeza. Un batir de alas y una sombra que cruza velozmente el suelo alfombrado de ese paraje.
Es una pareja de buitres negros sobre la copuda encina, visión singular.
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